En el Atlántico los conocemos como huracanes, en gran parte del Pacífico Oeste como tifones, en las Islas Filipinas (como el Haiyan, un supertifón de categoría máxima, la 5, con
vientos que han llegado a alcanzar los 315 kms/h, pero con ráfagas que
han alcanzado los 380 kms/h) y China como baguíos, en Australia como willy-willies y en el Indico como ciclones Todos ellos son miembros de una misma familia de fenómenos meteorológicos de seria repercusión ambiental, económica y social. Aunque en violencia son superados por los tornados, cubren un área mucho mayor, se desplazan sobre mayores distancias y duran mucho más, de modo que su efecto destructivo supera por mucho a los del tornado.
El huracán, tifón, baguío, ciclón o willy-willy es la más peligrosa y destructiva de todas las tormentas en la Tierra. En general, no cubre un área tan vasta como las tormentas ordinarias que constituyen nuestro tiempo meteorológico, ni tampoco puede igualar a la furia concentrada de un tornado, pero combina violencia y área de acción para generar devastación a lo largo de una extensa trayectoria.
El vórtice de un huracán puede abarcar más de medio millón de kilómetros cuadrados, sus vientos pueden alcanzar más de 300 kilómetros por hora (83 m/s) y algunas veces desprende un aluvión de tornados de sus bordes. Lo que hace a un huracán muy peligroso, no es precisamente el viento, sino las grandes olas que se acumulan en el mar. Los ejemplos registrados hasta el presente hablan elocuentemente de su poder destructivo material y humano.
El comienzo de un huracán tiene lugar con la aparición de una depresión atmosférica, es decir una zona donde la presión atmosférica ha descendido en forma más o menos rápida con respecto a la que la rodea. Se conocen dos tipos de depresión, relacionados más bien a la región del globo donde se desarrollan: depresión extratropical y depresión tropical. La primera se origina en las latitudes templadas, donde se encuentran masas de aire diferentes: la fría polar y la cálida tropical (frentes); esta depresión genera cambios bruscos del estado del tiempo, debido al contraste de las temperaturas del aire que provee la energía que mueve a las tormentas extratropicales. Dichas depresiones son de mayor extensión y menos intensas que las depresiones tropicales; su representación isobárica es generalmente asimétrica, las isobaras no se cierran en círculo, son más bien alargadas por la presencia de frentes y se desplazan a mayor velocidad.
Las depresiones tropicales se mueven y evolucionan en una masa homogénea de aire tropical que no interacciona con otras masas de aire, como es el caso de las depresiones extratropicales, y por lo tanto carece totalmente de frentes.
Las depresiones tropicales derivan lentamente con la circulación general del viento correspondiente a su latitud; es decir, que se mueven del este hacia el oeste con los vientos alisios y alrededor de la circulación anticiclónica oceánica en la cual están sumergidas. Son menos frecuentes y de menor extensión que las depresiones extratropicales y no cuentan con anticiclones (alta presión) asociados; ocurren en las épocas más calientes del año, mientras que las depresiones extratropicales se presentan en todas las estaciones; se generan solamente en los océanos y cuando se mueven sobre tierra pierden fuerza rápidamente.
En el centro de la tormenta (ojo) hay ligeras brisas y la proverbial calma. La presión barométrica desciende rápidamente hacia el centro, donde se han registrado valores muy bajos; la velocidad del viento, la humedad y la lluvia aumentan hacia el ojo, donde todas ellas descienden bruscamente. Si hay una fuerte corriente de aire hacia abajo en el ojo, la temperatura puede ser de 8 a 10°C más alta que en el cuerpo principal del huracán. No todas las depresiones alcanzan lo que se conoce como intensidad de huracán, es decir, áreas apreciables con vientos del orden de 120 km/h. Las estadísticas existentes sobre depresiones incluyen todas las perturbaciones tropicales ya sean o no huracanes.
Aunque son características de los trópicos, no se han registrado en el ecuador, debido a la ausencia de la fuerza deflectora de Coriolis.
Una depresión tropical probablemente ocurrirá cuando se presenten las siguientes condiciones: (a) latitud superior a los 5°-6° tanto norte como sur, para que sea apreciable la fuerza de rotación de la Tierra (Coriolis); (b) una superficie cálida (al menos 27°C) en un área marina suficientemente grande como para proveer al aire sobre ella de grandes cantidades de vapor y (c) un intenso viento en altura que elimine el aire cálido y húmedo que asciende en el centro.
Los huracanes se forman de simples tormentas; sin embargo, estas tormentas pueden solamente convertirse en huracán con la cooperación del océano y de la atmósfera. El calor latente —energía que se requiere para pasar de agua a vapor, es la fuerza principal de energía en una depresión tropical, y es así que un influjo de aire seco puede reducir el huracán a una depresión mucho más lenta, una depresión tropical.
El tiempo de vida de una depresión tropical puede variar desde unas pocas horas hasta cerca de tres semanas; la mayoría dura de cinco a diez días. Todos ellos comienzan como depresiones tropicales sobre agua cálida, en un área de 200 a 400 kilómetros cuadrados. Pueden permanecer en esta etapa formativa, casi amorfa, con un abultamiento, pero sin cerrar sus isobaras y con presión atmosférica arriba de 1000 milibares, durante varios días. Un número sustancial de depresiones tropicales nunca llega al estado de huracán.
Tales tormentas tropicales no son comunes; el total de ellas en un año puede variar de 30 a 100, con un 25% cerca del sudeste de Asia, 14% en el Caribe y aguas adyacentes, y un 10% en el sudoeste del Pacífico y aguas australianas. Ellas afectan en forma notable, aunque de manera espasmódica, a la circulación general de la atmósfera y transportan grandes cantidades de aire cálido y húmedo de bajas a latitudes medias. Se ha estimado que un huracán maduro puede exportar más de 3,500 millones de toneladas de aire por hora, lo que contribuye notablemente en la redistribución del aire dentro de la atmósfera. El desarrollo de un huracán involucra la liberación de enorme cantidad de energía y la transferencia de cantidades sustanciales de agua a lo largo de muchos grados de latitud.
Existen ocho regiones de depresiones tropicales: una en el Atlántico norte, dos en el Pacífico norte, dos en la región de la India, uno en el Pacífico sur y dos en Océano Indico del sur; mientras que hay grandes áreas de los mares tropicales, notablemente el Atlántico sur y el Pacífico sudoriental, que están totalmente libres de ellas. De todas estas regiones el sudoeste del Pacífico norte tiene por mucho el mayor número de ellas.