jueves, 10 de noviembre de 2011

Entre abejas y matorrales


El siguiente artículo  pone de manifiesto la estrecha relación que existe entre las abejas y los arbustos esteparios. La conservación de éstos es un factor clave en la distribución y supervivencia de nuestras beneficiosas abejas.

La floración de ciertas plantas explica una parte importante de la distribución y de la abundancia de los enjambres, según un estudio del Centro de Investigación Ecológica.
 Existen más de mil especies de abejas diferentes en el mundo y no todas hacen miel ni son sociales. Sin embargo, las abejas son el grupo de insectos polinizadores más diverso, numeroso y efectivo del planeta. Por lo tanto, son claves en la preservación de los ecosistemas terrestres. 
 Los primeros resultados del proyecto de investigación 'Landplonet', coordinado por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y presentados recientemente en un trabajo coordinado por la investigadora Anna Torné, dan nuevas pistas sobre los factores que afectan a su abundancia y distribución en el Mediterráneo. 
 Según los resultados, la fluctuación anual del mercado del polen y del néctar en los matorrales mediterráneos permite explicar una parte importante de la distribución y abundancia de abejas en el territorio. 
 En determinadas épocas del año, la disponibilidad de polen y néctar desciende considerablemente a la vez que la población de abejas aumenta. En este momento, la competencia por las flores es encarnizada y determinadas plantas en flor resultan claves para asegurar la continuidad de algunas comunidades de abejas. 
 Por ejemplo, al principio de la primavera, hay muchas flores y pocas abejas, el mercado floral es amplio y las comunidades de abejas se distribuyen donde hay romero ('Rosmarinus officinalis') y tomillo ('Thymus vulgaris'). Sin embargo, hacia abril, estas dos especies vegetales dejan de florecer y el mercado de polen y néctar entra en crisis. Es el mismo momento del año en el que nacen las nuevas abejas y la población aumenta de forma considerable. 
 Así pues, hay un espacio de tiempo en el que una gran cantidad de abejas busca flores en un entorno en el que prácticamente solo quedan en flor las estepas (género 'Cistus') y alguna mata ('Dorycnium pentaphillum'). 
Esta situación hace que las estepas se conviertan en el epicentro de la actividad polinizadora. De hecho, los investigadores han comprobado que esta planta es clave y determina parte de la abundancia de abejas en un territorio mediterráneo. Otros resultados del proyecto también señalan que la masa corporal de las abejas es un factor importante a la hora de determinar su distribución en un territorio.  
Así, las especies con tamaño se reparten de manera uniforme en el territorio. Estas grandes abejas necesitan sobrevolar el máximo de espacio para encontrar todos los requerimientos energéticos que necesitan. Un ejemplo es el abejorro o 'Bombus terrestris'. Mientras que otras especies de abejas más pequeñas no necesitan volar más de cien o doscientos metros para encontrar recursos y se reparten en unos núcleos concretos, que dibujan un mosaico de distribución en forma de manchas. 
El análisis también concluye que la disponibilidad de recursos para hacer el nido no afecta a la distribución de las comunidades de abejas, pues de forma general son recursos muy abundantes (suelo desnudo, agujeros en la roca, conchas de caracol vacías, etc).  
En el estudio del Centro de Investigación Ecológica, llevado a cabo en el Parque Natural del Garraf (Barcelona), se han estudiado unos 6.500 individuos correspondientes a 113 especies diferentes de abejas. Del total, se ha encontrado que 19 especies representaban al 80% de individuos y que el resto se podían clasificar como especies raras. Por otra parte, se han detectado hasta treinta variedades diferentes de plantas, de las cuales seis producían un 80% de las flores totales existentes. 
 Tal y como recuerda Anna Torné, una de las investigadoras del proyecto y autora de los primeros resultados, «el rol de las abejas como polinizadores es clave en la preservación de los ecosistemas terrestres tal y como los conocemos ahora». Sin abejas no sería posible la reproducción de muchas plantas, la formación de frutos y de semillas. Si este servicio no se realizara, especies que dependen de las flores y los frutos, como algunos animales o insectos, dejarían de existir. 
 Hoy en día, la aplicación de insecticidas de uso agrícola, las transformaciones incesantes del territorio y la urbanización intensiva provocan la destrucción continua de los hábitats naturales de los polinizadores y de las plantas de las que se nutren. Esto ha hecho que diversos estudios internacionales detectaran fuertes bajadas, a nivel regional y mundial, y que incluso llegaran a hablar de una posible «crisis de la polinización». 
 El proyecto 'Landplonet', de tres años de duración y financiado por el Ministerio de Ciencia y coordinado por los investigadores Jordi Bosch y Anselm Rodrigo, del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales , tiene por objetivo medir los efectos de la dinámica de los hábitats sobre las comunidades de plantas y polinizadores. 
 El proyecto cuenta con un enfoque integrador y diferentes escalas. Entre los hitos del proyecto se encuentra la evaluación de la riqueza de especies -tanto de plantas como de polinizadores- y de su abundancia en fragmentos de hábitat con un tamaño e historia contrastados en los últimos 50 años. Asimismo, también se propone evaluar el efecto del cambio del paisaje sobre la estructura de las redes planta-polinizador. 
(Fuente: Diario La Verdad. Sección: Nuestra Tierra- Botánica. 25/10/2011)

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