sábado, 31 de marzo de 2012

Cerca de la Semana Santa

A una jornada del Domingo de Ramos.



Este día rememora la Entrada de Jesús en Jerusalén. El inicio de esta festividad viene marcada por la primera Luna Llena posterior al equinoccio de Primavera, el cual varía cada año.
La mitología judeo-cristiana dice que diez siglos antes había entrado en la ciudad construida por David su hijo Salomón montado en un borrico. Las gentes de la ciudad aclamaron al hijo de David con gritos de hossana, (que significaba:¡viva!). Por otra parte la profecía de Zacarías dice que el Rey de Israel entraría en la ciudad del monte Sión sobre el lomo de un pollino como rey de paz y como símbolo de los nuevos tiempos (un pollino en lugar de su madre). La borrica simboliza al antiguo Israel, el pueblo de la Antigua Alianza. El pollino aún no montado por nadie es la montura real y mansa del rey de la nueva alianza. Era costumbre entre las gentes reunidas para la Pascua recibir con gritos y cánticos a los nuevos grupos que llegaban. Los Reyes eran recibidos además echando mantos, ramos de olivo y palmas a los pies de las monturas reales, alfombrando el suelo para que estos pisaran sobre ellos.
De todo este simbolismo parte toda la tradición cristiana, ya que en recuerdo a ello se celebra la bendición de las palmas y las ramas de olivo.
La primera noticia que conocemos de la procesión de ramos la encontramos en el relato de la peregrina Egeria: "Reunidos todos los fieles junto con el obispo en el monte de los Olivos, al llegar la hora nona se da comienzo a la celebración mediante la lectura del fragmento evangélico en el que se narra la entrada de Jesús en Jerusalén. Inmediatamente -dice la peregrina- se levanta el obispo y todo el pueblo. Luego, desde la cima del monte de los Olivos se camina totalmente a pie. Todo el pueblo va delante del obispo entonando himnos y antífonas. Y se responde siempre : 'Bendito el que viene en nombre del Señor'. Y todos los niños que asisten, hasta los que no pueden andar por ser muy tiernos y que sus padres llevan a hombros, todos tienen ramos en las manos, unos de palmas, otros de olivos. Y así es acompañado el obispo, de la misma manera como fue acompañado el Señor. De la cima del monte a la ciudad y de allí a la Anastasis, todo el mundo va a pie aunque haya allí damas y señores. Y así, respondiendo, acompañan al obispo, despacio, despacio, para que la gente no se canse" (A.Arce, Itinerario de la Virgen Egeria, Madrid, 1980, 282-285).

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