"En el lobo, símbolo de lo salvaje que sobrevive en un mundo que cada
vez lo es menos, confluyen todos los aspectos de la conservación de la
naturaleza. Cualquier plan de conservación, de desarrollo rural, se
cruzará, antes o después, con el rastro de uno de estos merodeadores.
En los últimos tiempos el mundo rural se ha incendiado alrededor del
lobo. Se afirma que las poblaciones han aumentado, sin que ningún censo
riguroso hecho en el campo lo certifique. Las quejas por los ataques al
ganado aumentan, y desde las asociaciones ganaderas, los sindicatos,
los ayuntamientos y hasta las consejerías de medio ambiente se empieza a
exigir el exterminio de la especie, con la vuelta a un lenguaje que no
habíamos oído desde la desaparición de las Juntas de Extinción de
Animales Dañinos, allá por los tiempos predemocráticos.
Se trata de echarle las culpas al lobo. Nadie espera que un pastor
simpatice con estos animales; no hay que menospreciar el drama que
supone sufrir un ataque. Pero eso no debería desviar la atención de
cuáles son los problemas reales de la economía agraria. Los zarpazos de
los lobos a los rebaños de ovejas no son nada comparados con los que dan
las subidas de los precios del pienso, la presión de los mayoristas o
la indiferencia de los consumidores sobre el origen de la carne que
compramos. Comemos carne barata criada en otros hemisferios, los
ganaderos se arruinan, pero la culpa es del lobo.
Con lobos no hay paraíso, dicen, retorciendo un viejo lema que vendía
cierto territorio como destino ideal para el turismo en la naturaleza.
Sin lobos no hay subvenciones, se podría responder, en alusión al dinero
público destinado a compensar a agricultores y ganaderos por las
pérdidas e inconvenientes que les supone trabajar y vivir en el medio
natural." (El lobo, acento exclusivo. Carlos de Hita)
El universo del lobo no es ajeno a nosotros. En el siguiente audio podemos apreciar la magnitud y trascendencia de su territorio:
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