La FAO recomienda consumir insectos como una medida de evitar el hambre en el futuro. Anima a su consumo tanto por los seres humanos como por los animales. Véase el documento: Entomofagia, en el que se explica detalladamente los beneficios de la dieta insectívora en tres sentidos: económico, social y saludable.
Hay dos mil millones de personas en el mundo que comen insectos de manera habitual . Unas mil novecientas especies de insectos van a parar al estómago de los humanos, de manera habitual y por pura necesidad, eso hay que reconocerlo, pero esta es una razón suficiente para considerarnos legítimos depredadores de los seres más diminutos de la fauna terrestre, con el respeto que se merece el oso hormiguero.
En Sudáfrica hay un árbol llamado mopane, que alberga en su tronco unas polillas con las que se confecciona un magnífico pan (pan de larvas) y existe el picudo rojo, que no es una especie de pescado ni escarabajo de la palmera, sino un bocado compuesto de gusanos, escarabajos y saltamontes. En México toman escamole (huevas de hormigas).
La FAO explica que resulta más fácil producir insectos como alimento por sus características, son de sangre fría y no necesitan energía alimentaria para mantener la temperatura corporal, consumen poco y se obtiene mucho más alimento en comparación con los animales con los que se abastece a la cadena alimentaria, como ejemplo nos explica que con dos kilos de pienso se puede producir un kilo de carne de insectos, en cambio para producir un kilo de carne de vacuno serían necesarios 8 kilos de pienso. Recomienda también los insectos por otros motivos como la reducción de las emisiones de gases contaminantes o frenar la sobreexplotación forestal entre otras cuestiones. Sin embargo, existen varios escollos de índole social, político y, concretamente, comercial que habría que salvar, como: reducir el desperdicio de alimentos, mejorar la gestión de recursos, elaborar normativas europeas estatales sobre comercialización y consumo de insectos, además de garantizar la seguridad alimentaria.
El profesor de Zoología de la UMU, Juan A. Delgado, nos explica claramente que no es una idea descabellada:
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